La Moka es más que una cafetera: es un ícono. En millones de cocinas, su silueta octogonal evoca aromas familiares, sobremesas largas y mañanas con carácter. Nacida en Italia en 1933, la Moka democratizó el espresso, llevándolo del bar al hogar. Y desde entonces, su ritual sigue intacto.
Este método funciona por presión. El agua, al calentarse en la base, genera vapor que empuja el líquido hacia arriba, atravesando el café molido y extrayendo sus aceites, aromas y cuerpo. El resultado es un café intenso, concentrado, con notas profundas y textura densa. No es espresso, pero se le parece. Y tiene alma propia.
Prepararla requiere atención:
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Agua hasta la válvula, nunca más.
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Café molido medio-fino, sin compactar.
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Fuego bajo, paciencia alta.
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Retirar apenas empieza a burbujear, para evitar amargor.
La Moka premia la espera. Y castiga el descuido. Pero cuando se la respeta, regala una taza que despierta, reconforta y emociona.
Es el método del abuelo que madruga, de la madre que prepara el desayuno, del viajero que lleva su Moka en la valija. Es café con historia.
¿Y vos? ¿Qué recuerdos te trae el sonido de la Moka al hervir?
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